Y aprendiste cómo sentirte bien, haciéndote daño en la piel.

4:05 p.m.


Siempre tan discreta,
siempre tan callada,
ya es el día 365 
y nadie dice nada.

Las horas pasan, pasan,

su autoestima baja y baja,
sus heridas emocionales
han pasado a ser de sangre.

El colegio no la quiere

en su casa no la esperan,
trata de hablar,
trata de gritar,
mas su miedo interior la retendrá una vez más.

Tras el seguro de su puerta

con el ayudante de metal,
ahogará todas sus penas
con la sangre que derramará.

Y si a las venas no llegas,

no estás satisfecha,
corte tras corte
ocultándolos en tela.

Está luciendo su vestuario 

negro una vez más,
ese que usará
el día de su funeral.

La conciencia se pierde, 

hay sangre de más,
la conciencia se va,
es la hora del final.

Lo ha querido reparar pero el daño ya está hecho.


Al final de la escena 

ella yace sobre su lecho,
ahí ya no hay más
que sólo un cuerpo muerto.

Sollozos la aclaman,

sollozos la lloran,
se lamentan los padres
que no le dieron ni la hora.

Caen rosas blancas,

todas con espinas,
tal como lo pidió 
cuando aún latía en vida.

Su madre de rodillas,

grita en negación.
La caterva sólo observa,
el negro es su color.

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No estoy a favor de la auto-lesión. Siempre he creído que no soluciona nada, bueno, será porque le temo a los cortes y aún en mis más caóticas batallas internas, no he considerado siquiera auto-lesionarme.


Estos versos, de mi autoría, tómenlos como quieran. Esta es mi forma de expresar mi apoyo. 


NO ESTÁS SOLO.








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