Cómo opinar en una cultura sensible

9:08 p.m.

¿Recuerdan a la niña odiosa del salón que se creía "directa", cuando en realidad era grosera?

Hace poco tiempo volví a leer uno de esos libros que influyen mucho en nuestra forma de concebir el mundo, en mi caso: "Ética para Amador" (si por ahí hay algún compañero de colegio que todavía se pasee por aquí, sabrá exactamente de qué estoy hablando). Intuyo, sin embargo, que el 99% de mis lectores no provienen del mismo lugar que yo, así que aclaremos qué es "Ética para Amador". 

Básicamente, se trata de un carta extensa estilo ensayo de parte de un padre hacia su hijo, en el que el tema principal es la practicidad de la ética sobre las cuestiones fundamentales en la vida de una persona que empieza a descubrir su lugar en el mundo. Hace unas semanas, cuando lo volví a leer, las redes sociales estaban invadidas de opiniones opuestas respecto a algunos temas que ahora último, por capricho mediático, ya han perdido casi la totalidad de su relevancia entre los pseudo-activistas de internet. Lejos de dejar clara mi posición al respecto y enojarme porque las personas no pensaran igual que yo, recordé las múltiples peleas (debates -según yo-) por redes en las que me había involucrado antes de entender que incluso para manifestar mi opinión en internet era necesario saber cuándo, cómo y dónde hacerlo. Igual que en la vida real. Así que pueden tomar esto para ambos casos.

¿Qué es una opinión nociva?

La opinión nociva es la que daña, la que perjudica -en este caso- la imagen o la integridad del otro. Algunos creen que tener un comportamiento nocivo se limita a compartir un meme "ofensivo" o reírse de algo que no debería causarnos gracia....pero no. Las opiniones nocivas van de la mano con las actitudes nocivas, y para dañar y perjudicar no sólo hay que actuar en contra del otro sino también dejar de actuar a favor de él en absoluto. Con esto último no me refiero a que la solución sea volverse defensor de todas las causas y/o movimientos sociales existentes; basta con que hagamos una sola cosa que parece "muy implícita" en nuestros discursos pero nada explícita en nuestros actos: pensar en el otro. De verdad. No a favor o en contra. Sólo pensar. Recordarlo. Tener en cuenta que el otro no existe sólo para aplaudir nuestra opinión o tragársela si está en contra. Pensar en el otro como pensamos en nosotros mismos, o sea, teniendo en cuenta lo que puede herir y lo que no.


Ya, ya... pensar en el otro. ¿Cómo se traduce esto en la práctica?

Uno de los problemas de las personas que se creen directas o que creen que tienen carta abierta para decir lo que se les venga a la mente así sin más, es que no se dan cuenta de que sus opiniones en realidad no aportan ningún tipo de solución. Por ejemplo: le dijiste a esa persona "sus verdades" en la cara, la pusiste en evidencia en frente de todos, quedaste como el/la más atrevida/o... y ya. No hay nada más. No le has ayudado a mejorar, sólo dejaste claro un aspecto más de ti sobre el que crees que hay que aplaudir. Ni siquiera tú estás creciendo como persona. Por esta razón, conviene de ahora en adelante, hacerse 4 preguntas claves antes de emitir un comentario: 

  1. ¿Mi intención es edificar o destruir?
    Que haya coherencia entre tu intención y la forma en la que lo transmites, porque decir "es que esa no era mi intención" no te va a librar de los conflictos que puedan ocasionar tu mala elección de vocabulario y tono.
  2. ¿Es el lugar, la forma y el momento adecuado para opinar?
    Examina tus circunstancias. Ser temerario no significa ser valiente, mucho menos al hablar. Una vez una compañera me dijo "he notado que eres muy sumisa con la profesora". Esa compañera en más de una ocasión tuvo problemas con la misma profesora (una persona conflictiva) por "no quedarse callada". Lo que ella no comprendió es que la verdadera astucia radica en saber manejar las circunstancias con prudencia, y que la "mansedumbre" conviene en ocasiones.
  3. ¿En qué medida podría fomentar la división?
    A pesar de todo lo anterior, hay veces en que se trata de algo que tu consciencia no te deja callar. Sabes que habrá discordia por lo que dirás, pero en este caso es más importante la verdad. Si es así, adelante. Sin faltar el respeto a nadie y bien consciente de que, si lo roles se invierten, tendrás que ofrecer la misma tolerancia que esperas al hablar.
  4. ¿Vale la pena esa división?
    ¿Estás listo/a para las consecuencias? ¿Esa opinión, aunque pueda escandalizar a unos, también puede ayudar a otros en la misma o mayor medida?
Vivimos en un mundo "tolerante" y de "mente abierta" siempre y cuando juguemos bajo sus reglas. Cada día surgen nuevas cosas sobre las cuales opinar y nuevas formas de hacernos creer que nuestra opinión es, fue y será relevante aunque no aporte nada, cuando en realidad estamos olvidando que antes de utilizar cualquier oportunidad para brillar con nuestra imprescindible palabra sobre nuestra tarima imaginaria, hay alguien más en quien pensar antes de hablar: la otra persona. Y ojo, no sólo por empatía, sino también por inteligencia, porque una opinión la tiene cualquiera, pero el sentido y criterio, no. Pongamos más enfoque en desarrollar el pensamiento crítico y la sabiduría de reconocer cuándo es oportuno hablar.  


Que nuestras palabras sean el perfume de todo lugar al que vayamos, que sean siempre una oportunidad para animar y construir. 



My Humble Opinion (2018)

Nos leemos en la próxima entrada. 


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1 comentarios

  1. ¿como hacerlo cuando a la persona que se intenta ayudar vive a la defensiva?, sin importar el momento, en los malos no vale la pena decir el comentario y en los malos recordar lo malo es querer ofender.

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