Desde
temprano conozco el trago amargo del abandono
y
hasta el día de hoy lidio con su rastro en la garganta, 
pero
no por eso le temo al vino 
ni
me cohíbo ante el calor que emana; 
es
ahí que puedo sentir que la sangre
recorre
una a una mis venas y entonces un abrazo
no
abraza tanto como un cálido “despierta”. 
El
amor que me han transmitido 
es
la colisión de momentos difíciles; 
la
refracción de cada gloria alcanzada,
cuando
todas las pequeñas renuncias valen la pena 
y
arribamos a una nueva línea de llegada.
Es
un camino que teme y aborrece las palabras filosas, 
que
nos cuida tanto o más que de la cizaña,
de
nuestros propios egoísmos;
Cada
día tiene su porción de arrepentimiento
en
medida precisa para mejorar y no estancar, 
siempre
habrá algo que nos desencante del otro, 
mas
esto es lo divertido de rodar en coro. 
Esto
es lo auténtico de amar.
 

