Cosas que la cuarentena me ha hecho decir y pensar

6:40 p.m.

"¡Leslie, esta cuarentena vamos a aprovechar para escribir en el blog como nunca antes!"

...¿Sabían que hablo sola? Bueno, eso fue lo que me dije al principio del encierro.

En cierto modo fue verdad. Sí he escrito bastante aunque muchas de esas redacciones no vayan a publicarse por ahora. Sin embargo, hay algo que he hecho mucho más que escribir (o leer) y eso es: pensar. Pensar, pero no desde el encierro sino desde la observación.

Como cualquier otro mortal, resolví que haría de este encierro una oportunidad para volverme una Mary Sue* del conocimiento. Ya saben, con el ritual completo: leer un libro, aprender un nuevo idioma, obtener un certificado de aprendizaje en línea, y esas cosas. Yo era la primera (lo sigo siendo, a quién engaño) en enarbolar la bandera a favor de la productividad y el máximo aprovechamiento del tiempo libre 💪. Y a pesar de que tenía fuertes argumentos para optar por esa vía, empecé a conocer tantas historias de sufrimiento y planes truncados, que cualquier meta de las que me había propuesto palidecía en méritos comparada con lo anterior.

¿Qué iba a hacer entonces, si ya no tenía propósitos que perseguir?

A decir verdad no es que decidí dejar todo de lado de la noche a la mañana. Fue un proceso cuyo punto de partida radicó en la moderación de mi consumo de redes sociales -sí, Youtube también cuenta. (Debo confesar que esto no fue por iniciativa propia, tener que ejercitarme en el recogimiento por la Semana Mayor* ayudó bastante). A medida que iba filtrando los estímulos externos, me quedaba más tiempo para asomarme a mi ventana interior y examinar cuál era el panorama disponible. Sí, me hacían falta algunas aptitudes que justificaban mi interés por pulirme académicamente, pero poco a poco me fui encontrando con otras "oportunidades de mejora" para las que no iba a hallar solución en la gramática alemana o en el certificado avalado por Harvard. En otras palabras, me estaba enfrentando a mis verdades.

Parece mentira, pero antes del encierro, ¿cuánto tiempo nos dejaba la rutina para analizar nuestros defectos? ¿nuestras heridas? ¿nuestros miedos?... a mí muy poco, la verdad. Incluso creo que en el fondo estaba aliviada de no tener tiempo para lidiar con ellos 🙅. No obstante, evadirlos de lunes a domingos no me había hecho menos consciente, siempre supe que estaban ahí. Así que cuando me adentré en aquel paisaje sabía -casi con una exactitud que da miedo- lo que me esperaba. En efecto, cuando me decidí a verlos, estaban sentados detrás de mí, esperando tener aquella conversación que debimos tener hace mucho tiempo.

Dejé de lado el celular no por un momento, sino por varios días y le di la cara a todas las cosas pendientes que tenía conmigo misma: a mis faltas, a mis miedos, a los malos hábitos arraigados. Saqué al sol todo y examiné sus raíces a la luz del día con detenimiento, sin victimizaciones, sin escándalos, simplemente mirándolos de frente como lo que eran y sin la influencia negativa de mi yo-de-las-tres-de-la-mañana. Descubrí además, cómo esas "verdades" se extendían en silencio por los lares de mi inconsciente hasta manifestarse en mis decisiones cotidianas.

Lo que vale la pena aprender durante el aislamiento

Sin echar a menos la mina de conocimiento que tenemos disponible, me parece que lo más importante de todo es reconocer que esta es una oportunidad para elegir el cambio, para dar ese paso decisorio de una vez por todas y acabar con ese pendiente de nunca acabar. Incluso si aquello que debemos hacer no implica una decisión extrema, tengan por seguro que su vida se encaminará hacia el horizonte correcto. Ya sé que suena cliché, pero vale la pena intentarlo. La mayoría aquí tenemos una "ventaja" por sobre otras personas y es que nuestra decisión es voluntaria. Quienes están sufriendo una transformación producto del dolor, no tuvieron opción.

Eso sí, si de verdad aceptan el desafío, prepárense porque salir de esa zona de confort -o como a mí me gusta llamarle el "pantano de confort"- será una lucha aguerrida y se verán tentados a retroceder. Si fallan después del primer intento, no se desanimen, el recuerdo del primer paso les dará la fuerza para volver a iniciar. Hagamos el inventario a fondo, así como limpiamos esa habitación que no tocábamos en años. ¿Qué le sobra? ¿Qué le falta?... si hace falta llorar para limpiarla, adelante. Tampoco teman abrazar una fe, a lo mejor les da el empujoncito que necesitaban. En serio les digo, no se rían, no tienen que avisarme que lo hicieron, sólo dénle una oportunidad a ese algo Transcendental... no es que haya mucho que perder.

¿Qué es de mí?

En estos momentos, yo misma vivo una etapa de transición personal. Ha sido de lo más incómodo y  espero los resultados sean permanentes. La única certeza que tengo es que empecé y con eso ya tengo suficiente.

Con respecto a las redes,  no creo que usarlas en este momento sea un problema porque es la única ventana que tenemos para mantener los pies a tierra como testigos de las penas y alegrías de quienes queremos. Pero nunca está de más poner en tela de duda qué tanto dejamos la vida allí, sobre todo en un acontecimiento que requiere de nuestro silencio y reflexión.


Eso es lo único que puedo decir sobre esta cuarentena, todo lo demás ya lo han dicho bocas más expertas que la mía. Ojalá se encuentren bien y que mi experiencia les haga provecho. Nos leemos pronto.











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