Cuando la moral no basta

10:33 p.m.

"El bien debe hacerse bien, con las mejores herramientas que tengamos y el mejor conocimiento disponible sobre el tema".


Quienes tienen la vista aguda (y quienes no, también) notarán que hace poco más de cuatro meses que publiqué mi último post. El motivo de mi ausencia está respaldado en el tema de hoy y la cantidad de vueltas que le he dado desde que desaparecí de acá. Quizá al leer por primera vez este título pensaron que esta entrada abordaría con desdén el lado negativo de la moral (siendo franca, no estoy segura de si eso exista como tal) e incluso alguna que otra revelación personal intensa en donde declaro mi radical abrazo al relativismo y mi -prematura pero irrevocable- posición a favor de la inexistencia del bien y del mal. Me he prometido no desmentirlo ni confirmarlo en el primer párrafo.

El 16 de abril del 2016 un terremoto devastó Manabí. El país entero se conmovió y solidarizó, la ayuda no se hizo esperar y cientos de miles de dólares llegaron a esa provincia en forma de víveres y gestión humanitaria. Nunca pensé que mi gente, pese a sus defectos, fuera lo suficientemente diligente como para organizarse y tomar acción con tal prontitud. Recuerdo escuchar las anécdotas de todo lo que implicó hacer llegar esa ayuda antes, durante y después del caos de los primeros días, con una imagen mía de 16 años sugiriéndole a mi madre prestarnos personalmente como voluntarias (como muchas personas lo hicieron) y, de la misma forma,  a mi mamá negándose por estar consciente de la falta de preparación psicológica para hacer frente a lo que más tarde nos enteramos era el escenario principal de montañas de cadáveres, voces muertas y olor a azufre, que con seguridad puedo creer que muchos de ustedes conocen a mayor detalle que yo.

Hace 2 meses (y disculpen que escriba el símbolo del número y no el nombre como tal, es de las pocas informalidades que me permito acá), mientras recibía mis clases teóricas de conducción, el instructor de primeros auxilios, después de explicarnos los riesgos de acceder por nuestra cuenta a la zona del desastre, nos planteó el siguiente caso: "están en la vereda de una avenida de cuatro carriles unidireccionales (una sola vía) por la que transitan vehículos pesados, de repente una persona pasa junto a ustedes, ignora el paso peatonal y es atropellada; a pesar del impacto, sobrevive pero queda agonizante en medio camino y tienen dos opciones: se lanzan a ayudarle mientras llega la ambulancia o esperan la ambulancia de pie sin intervenir en la vía.

El 60% -por no decir- el 70% de los oyentes dijeron que preferían lanzarse a la calzada sin importar la cantidad de vehículos pesados transitando. En teoría esa era la repuesta equivocada, era un acto tan altruista como imprudente para el resto de usuarios involucrados. Y en el caso de Manabí, no fueron pocos los voluntarios sin experiencia que, en el intento de ayudar, terminaron requiriendo más atención que los propios muertos. ¿Por qué? No falta de buena intención o bondad, sino por falta de prudencia y discernimiento.

Prudencia es la capacidad de pensar, ante ciertos acontecimientos o actividades, sobre los riesgos posibles que estos conllevan, y adecuar o modificar la conducta para no recibir o producir perjuicios innecesarios; dispone a la persona a discernir en toda circunstancia el bien verdadero (hablando en pragmático: el bien mayor) y a elegir los medios para realizarlo. (Como ven, no es un término relegado solo al vocabulario de la abuela ni a la simple capacidad de saber cuándo hablar y cuándo no).

¿El fin justifica los medios?

En relación a los ejemplos anteriores, el impulso de querer ayudar no bastó porque no se sopesó de manera objetiva los efectos colaterales de involucrarse en una situación para la que se carecía de experiencia.

Aquí es donde interviene nuestro segundo término: el discernimiento, que de acuerdo a Glossaryck... perdón, tenía que hacer esa referencia jiji, Google, se trata se distinguir por medio del intelecto entre una cosa y otra. Es decir, diferenciar entre varias alternativas con la razón. El "fin" sería el resultado satisfactorio que se espera de una acción moralmente buena y los "medios" son los caminos que tomamos para llegar ahí. Siendo prudentes no solo nos volvemos más capaces de elegir el mejor medio, sino también la mejor ejecución: esto es tan amplio que puede ir desde no descuidar nuestra apariencia personal en nombre de la intelectualidad, hasta no prescindir de la técnica de alguna obra artística asumiendo que basta solo con tener un buen mensaje. Hay tantas películas (Los Miserables, El Príncipe de Egipto, El Jorobado de Notredame lo siento me encantan la películas animadas...) y libros (Jane Eyre, El Profeta, 12 Años Sin Remedio...)  que atesoro porque sus realizadores/escritores supieron hallar el equilibrio entre la perfección técnica y la relevancia semántica, y la prueba es que han trascendido en la vida de muchos sin tener que hacer alarde de su intención moral.


Aunque no sólo me relego al ámbito creativo, hablemos también de nuestro sistema social ¿recuerdan cuando hablé del serio problema en el sistema educativo? Uno de los ejemplos más grandes de una pésima realización. Ahí el "fin" del distrito y de la institución donde estudiaba era promover la "salud sexual" (el chiste del siglo), pero los "medios" escogidos me temo fueron los peores (vayan ustedes a saber si eso ha cambiado ahora). Con tal de cumplir con la agenda "educativa" y tener en la lista un pendiente menos, que la charla sea impartida por quien sea, total y lo que importa es decir que sí la impartimos ¿no?


Unificando todos los casos anteriores, no se trata de cuestionar, segmentar o privar a alguien de nuestra ayuda, sino de estar siempre consciente de que pueden haber alternativas mejores incluso a nuestra propia idea de lo que es la "ayuda ideal", desprendernos de algún complejo de salvadores -si es que lo hay- y ser honestos con nosotros mismos preguntándonos "¿realmente soy/esto es la mejor opción para esta circunstancia?", "¿se puede hacer algo mejor?"; y también recordar que por más bienintencionado sea nuestro emprendimiento (entiéndase esto como cualquier cosa que querramos llevar a cabo en todo ámbito) seguirá siendo injustificable sacrificar los detalles de su ejecución en nombre nada más de "la moraleja".

La prudencia atada al discernimiento nos ayuda a entender cuál es el mejor proceder, aquel que no me haga ni menos altruista ni más egoísta. Aquel que de verdad beneficie al otro y no solo sirva para aliviarnos la consciencia y anotarnos un puntazo en el acto de caridad del día. Si algo intento (y vaya que me cuesta a veces al punto de casi no sentirme capaz de escribir entradas) grabar a fuego en mi lista-de-cosas-aprendidas-antes-de-los-20 es que el bien debe hacerse bien, con las mejores herramientas que tengamos y el mejor conocimiento disponible sobre el tema. No porque creamos estar en el lado correcto de la balanza y tener demostrarlo a toda costa vamos a caer en la mediocridad. Que de ahora en adelante, cualquier cosa que hagamos esté tan bien efectuada que logre trascender en el tiempo y no nos lleve a pensar que hay ocasiones en las que la moral no basta.



Continuará en la segunda parte... (5 años después... es chiste... creo.)

¿Cómo interpretan ustedes esta imagen?


Los leo en los comentarios.









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1 comentarios

  1. Sin ninguna duda,detallas súper que bien lo que escribes tus ideas, sintetizas lo que vas escribir y me dio mucho placer y llamo la atención leer lo que escribes😊 ( nos entendemos entre redactores jajajaja)

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