Harta de no ser influencer

7:44 a.m.



Hace poco leí:

"La obsesión por la fama y el reconocimiento público en la era de internet, debería ser ya declarada una pandemia de la época. Millones de caras hambrientas por ser relevantes han hecho que la fórmula de sumar y sumar hazañas en la red logre anularlas todas en una sola operación: todos son nadie".

Nunca se me ha dado bien hablarle a la gente con fines motivacionales. Desde escribir un caption inspirador hasta dar un consejo. O tengo cómo probar lo que digo desde la experiencia- o no digo nada. Durante mucho tiempo traté negar esta "incapacidad" hasta que, exhausta, dejé de pelear conmigo misma por encajar en el arquetipo de "figura relevante".

El drama empezó en el mismo escenario donde todos nos peleamos por el papel protagónico: internet. Cuando tenía 14 años, abrí mi propio espacio en Blogger con el benevolísimo e inocente deseo de contarle a la gente mis peripecias de adolescente cringey y cambiar al mundo un post a la vez. Crecí y mantuve mi intención pero intensifiqué la seriedad de mis temas. Estaba contenta, y a pesar de que mis lectores fueran tacaños para dejar comentarios 👀, era optimista.  Pasaron un par de años y la ola de gente famosa por "ser famosa" crecía en mis narices mientras yo estaba demasiado concentrada en narrar mis experiencias como para prevenir de qué manera podría afectarme.

Un día -no sé cuál de tantos- hice mi visita de rutina a Instagram: scroll, scroll, oh qué gran fotografía, like, guardar, scroll, scroll, qué guapa que se la ve, stop, leer caption, ay no un gran párrafo, scroll, pero hablaba sobre algo importante, stop, reflexiona, pereza, like, scroll. Noté un patrón. Cada vez con más frecuencia, veía personas que alimentaban sus feeds con fotografías en 4k acompañadas de párrafos con mensajes de positividad, seguidos de una cantidad de hashtags en color azul, tono tipo "esta persona está haciendo algo importante"; con una historia por partes, en forma de línea intermitente, sobre el carisma natural que algunos tienen para hablarle a la cámara frontal con la firme convicción de que a alguien le importa lo que dices; y con un increíble poder de convocatoria a desconocidos en el cuadro de "pregúntame algo". Me comparaba con ellas [las personas] porque las admiraba y creía que para ser influyente tenía que seguir sus pasos al pie de la letra: párrafo por párrafo, story por story, foto sonriente en la golden hour por foto sonriente en la golden hour, screenshot de seguidor inspirado por screenshot de seguidor inspirado. 

Pero no podía, no me nacía. ¿Cómo obligarme a llenar con caracteres, espacios que todavía no llenaba ni por dentro? ¿Acaso estaba fracasando por no tener nada positivo que decir en el pie de mis selfies? De niña siempre había querido impactar en la vida de los demás pero... ¿era necesario ponerme en modo influencer para lograrlo? Era difícil responder esas preguntas sin sentir el impulso de maquillar la respuestas. Descubrir que no encajaba en el perfil, me dejaba, por algún motivo, con la sensación de no haber alcanzado aún nada importante, porque parecía que la respuesta era sí, "sí necesitas tener muchos seguidores para que dejes de sentirte ridícula por postear tanto". Luego la contraparte, "si te dejas llevar por eso, y te vas contracorriente ¿no estarías limitando el potencial de alcance de tus ideas?".



Síndrome lo predijo en Los Increíbles: "cuando todos sean súper, nadie lo va a ser". Qué misteriosos son los caminos de la vanidad, ¿no creen? Un día nos laurea con una cifra insignificante y al día siguiente nos crucifica con la realidad: no somos nadie. Y no es que quiera ponerme pesimista, pero quiero manifestar estas ideas de la manera más objetiva y sincera posible. No sé si sea el caso de ustedes, pero mi límite de tolerancia hacia cientos de discursos, caras y wannabes, se rebasa cada tanto. Sé que es extraño leer esto de alguien que hace poco incluso abrió un canal de Youtube, es solo que hay ocasiones en las que no puedo evitar pensar en lo fútil que es intentar convertirnos en "motivadores" de los demás cuando apenas estamos intentando poner orden en nuestras vidas. Porque, admitámoslo, ¿cuántos de nosotros seguimos al cien por ciento todos los consejos que damos?....

A pesar de mi escepticismo, no creo que intentar dejar un legado a través internet sea malo . Algunos verdaderamente tienen vocación de comunicar e inspirar, pero cada día hay más personas queriendo involucrarse en el mismo círculo, que lo menos que puedo hacer es dudar de todas ellas -yo incluida. 🤷

Me parece que la clave está en detenerse de vez en cuando y observar el panorama desde la distancia. Cuestionarse con constancia las motivaciones que nos mantienen aquí; preguntarnos ¿realmente quiero ayudar o quiero ser reconocido por ayudar? Si tu respuesta es la primera, bravo... pero si tu respuesta es la segunda, no es el fin del mundo. Sólo el inicio de un replanteamiento. 




¿Ustedes también se hartaron de no ser influencers? Déjenme saber en los comentarios.





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2 comentarios

  1. Sí. Gran parte quiere "enseñar" en lo virtual lo que no sabe cómo aplicar ni en su pequeño mundo real y, por adicionar, creo que en cuando los conocimientos en la era digital de los milennialns son limitantes con la velocidad y capacidad de aprendizaje de los centennials y al final, ambos se frustran por la realidad del avance tecnológico que deja obsoleto todo y nada.

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  2. Hace tiempo que quiero ser influencer, pero mi introversión no me lo permite :(

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